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28 de marzo de 2024 | Historia

Un poco de historia

¡Las Malvinas, argentinas!

Poco después de producida la Revolución de Mayo, las Islas Malvinas quedaron abandonadas tras la partida de los últimos efectivos españoles establecidos en Puerto Soledad. Así desapareció todo rastro de autoridad política o militar en la zona, que quedó a merced de la acción destructora de los barcos balleneros, sin ninguna clase de control.

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por:
Alberto Lettieri

Las duras condiciones que impusieron las guerras de independencia impidieron que los sucesivos gobiernos de las Provincias Unidas generasen acciones para la ocupación y ejercicio efectivo de la soberanía sobre las islas durante 10 años. En 1820, las autoridades nacionales enviaron a la fragata Heroína, al mando del coronel norteamericano Daniel Jewett, con el fin de tomar su control efectivo a nombre del gobierno del Río de la Plata. El establecimiento de las autoridades nacionales estuvo acompañado de una serie de actos soberanos: se prohibió la caza y la pesca en las islas, los barcos que navegaban por la zona fueron informados de que se encontraban en jurisdicción de las Provincias Unidas. La decisión no generó protesta alguna, ni afectó la firma del Tratado de Amistad, Comercio y Navegación por el cual Gran Bretaña reconoció la independencia del Río de la Plata en 1825.

En 1823 fue designado gobernador Pedro Areguati y se concedió privilegios para el desarrollo de la ganadería vacuna y la pesca en la Isla Soledad a la sociedad compuesta por Jorge Pacheco y el francés naturalizado Luis Vernet. En vistas del éxito de la iniciativa, a principios de 1828 el gobierno de las Provincias Unidas amplió esta concesión, asignándoles el monopolio de la pesca. En 1829, Vernet fue designado como de Primer Comandante Político y Militar de las islas, exponiéndose en su nombramiento los fundamentos de soberanía sostenidos por las autoridades porteñas, que aludían a la posesión previa de España, justificada por el derecho de ocupación y reconocida en su momento por las potencias marítimas, y a los derechos sucesorios que correspondan al gobierno de la República (Argentina).

COMIENZA EL SAQUEO

El ejercicio efectivo de la soberanía sobre las Islas Malvinas provocó la reacción de intereses comerciales ingleses y norteamericanos, poco dispuestos a aceptar la jurisdicción nacional y las restricciones al ejercicio de sus actividades depredadoras. En 1829, un ciudadano inglés residente en Buenos Aires solicitó a su gobierno el establecimiento de una colonia en las islas, argumentando su importancia estratégica para fortalecer el poderío naval británico, eliminar las actividades de piratería, facilitar la pesca de ballenas y acrecentar el transito comercial con Australia. Inmediatamente el cónsul británico protestó por la designación de Vernet, realizada sin tomar en consideración las pretensiones inglesas En la nota agregaba que si bien las fuerzas de su majestad habían evacuado las islas en 1774, para generar “economías”, no habían renunciado a la soberanía.

Por entonces, la actividad pesquera estaba causando estragos. En 1831, el gobernador Vernet comunicó a las autoridades de los buques balleneros las restricciones que pesaban sobre la caza de focas, actividad sobre la cual él mismo gozaba del monopolio, y dispuso la captura de tres buques norteamericanos, el Harriet, el Superior y el Breakwater, que ignoraron su advertencia. La decisión provocó un airado reclamo del gobierno de los EEUU, que desconoció los títulos esgrimidos por las autoridades argentinas y la autoridad de Vernet. A continuación se dispuso que la corbeta U.S.S. Lexington, fondeada por entonces en el puerto de Buenos Aires, se trasladara a los mares del sur para proteger la actividad depredadora de los barcos norteamericanos. El 28 de diciembre la Lexington arribó a Puerto Soledad, destruyó el asentamiento nacional y tomó prisioneros a la mayoría de sus ocupantes. Su capitan, el comandante Duncan, suprimió toda forma de gobierno sobre las islas.

Estos sucesos producidos motivaron la reacción de las autoridades porteñas. El 15 de noviembre de 1832 asumió como gobernador el mayor Esteban Mestivier. También se enviaron 25 soldados y se decidió crear un establecimiento penal para consolidar la ocupación. El gobierno de los EEUU decidió entonces quemar las naves y comunicó a las autoridades británicas que estaba dispuesto a reconocer la soberanía inglesa a cambio del otorgamiento de derechos de libre pesca. Esta decisión resulta cuanto menos curiosa, ya que nueve años antes, en 1823, el presidente norteamericano James Monroe había proclamado la Doctrina que lleva su nombre, y que ha sido sintetizada habitualmente con el lema “América para los americanos”. El tratadista italiano Pasquale Fiore ha cuestionado la validez jurídica de esta doctrina, ya que:

“Interpretar el principio de la no intervención de los estados europeos en los asuntos americanos de una manera absoluta conduciría a que un Estado americano pudiera conculcar los principios de la justicia en sus relaciones con los individuos extranjeros, violar la ley moral, negarse a tomar en consideración las justas reclamaciones de los extranjeros perjudicados, crear de este modo un estado de cosas anormal e ilícito según los principios de derecho común y de la moral internacional, y rechazar después cualquier forma de injerencia para hacer cesar tales manifiestas violaciones de los principios de la justicia, atrincherándose en el principio de su independencia y en la doctrina de Monroe”.

Sin embargo, un contemporáneo de la enunciación de dicha doctrina, el chileno Diego Portales, llamaba la atención sobre su verdadero propósito: definir al continente americano en su totalidad como un área de competencia exclusiva de los EEUU: “Hay que tener mucho cuidado –sostenía Portales-: para los americanos del norte, los únicos americanos son ellos mismos”.

De este modo, la Doctrina Monroe resultó una herramienta jurídica y política esencial para sostener los proyectos imperiales de EEUU en la región, por lo que en realidad su lema fue entendido como fue interpretado como “América para los (norte) americanos”. Sin embargo, en este caso el principio se trocó en el de “Malvinas para los ingleses”, a condición de permitir la enajenación de los recursos marítimos argentinos en sociedad con la industria pesquera norteamericana. Una sociedad que continuaría garantizando pingues beneficios compartidos a lo largo del planeta, hasta nuestros días.

INVASIÓN, NEGOCIACIONES Y LA REBELIÓN DEL GAUCHO RIVERO 

Alentado por el respaldo de los EEUU y su garantía de no intervención, el gobierno inglés decidió invadir las islas y apropiarse de ellas. El 20 de diciembre de 1832 la corbeta Clio arribo a Puerto Egmont y su capitán, comandante Onslow envió una nota al comandante José María Pinedo, informando el propósito de su misión, y se estableció en el antiguo fuerte.

Debo informaros que he recibido órdenes de S.E. el Comandante en Jefe de las fuerzas navales de S.M.B., estacionadas en América del Sur, para hacer efectivo el derecho de soberanía de S.M.B. sobre las Islas Malvinas. Siendo mi intención izar mañana el pabellón de la Gran Bretaña en el territorio, os pido tengáis a bien arriar el vuestro y retirar vuestras fuerzas con todos los objetos pertenecientes a vuestro gobierno. Soy, Señor, vuestro humilde y muy obediente servidor. J. Onslow”.

El 3 de enero de 1833 se produjo el desembarco, izándose la bandera inglesa en las islas. Las autoridades argentinas abandonaron el territorio el 5 de enero, encabezadas por Pinedo, argumentando la imposibilidad de confrontar con fuerzas tan superiores.

El 17 de junio de 1833, se iniciaron las negociaciones diplomáticas entre las partes, con motivo de la presentación de una protesta formal del representante del Río de la Plata ante el gobierno inglés, Manuel Moreno. Mientras tanto, el descontento en las islas crecía entre los criollos, debido al incremento de las tareas impuestas y los frecuentes abusos de autoridad de que eran víctimas. Finalmente, el 26 de agosto de 1833 un grupo de ocho gauchos que se habían desempeñado como peones rurales, liderado por el entrerriano Antonio Rivero y armado con facones, espadas y boleadoras, tomaron la comandancia durante cinco meses. De este grupo, tres eran gauchos -Rivero, Juan Brasido, José María Luna- y cinco indios charrúas acriollados -Luciano Flores, Manuel Godoy, Felipe Salazar, Manuel González y Pascual Latorre-. Todos eran analfabetos.

Rivero y sus hombres ejecutaron al representante inglés y a quienes habían obedecido sus órdenes y, según han sostenido José María Rosa y Fermín Chávez, izaron el pabellón nacional, en un acto de sentida reivindicación de la soberanía. De este modo, consiguieron que la bandera inglesa no flameara en las islas entre el 26 agosto de 1833 y el 10 de enero de 1834. A principios de 1834 arribó el buque de guerra ingles Challenger, que tomó el control de las islas, apresó a los patriotas, Rivero fue el último en entregarse, el 18 de marzo de 1834.

Algunos años más tarde, en 1839, el gobierno norteamericano se desentendía de la cuestión, pretendiendo darle el status de cosa juzgada, al dar su aval al accionar de Gran Bretaña a través del secretario de Estado John Forsyth, «sin que ello hubiera tenido la menor intención ni el deseo de hacer el más mínimo ultraje al gobierno ni a la Nación Argentina».

Por su parte, Rivero y sus gauchos adquirieron dimensión mítica, al expresar magníficamente el sentimiento nacional. Una vez detenidos, Rivero y sus hombres fueron juzgados por las autoridades inglesas. Aquí contamos con dos versiones: una, sostenida por José María Rosa, afirma que

"Se les hizo un proceso en el buque Spartiate, de la estación naval británica de América del Sur. Tan inicuo, que el almirante inglés no se atrevió a convalidarlo, y prefirió desprenderse del asunto desembarcando a Rivero y los suyos en la República Oriental del Uruguay".

Pepe Muñoz Azpiri, por su parte, afirma que: "Los ingleses labraron varias actas con las declaraciones de los presuntos testigos y de los prisioneros, naturalmente coaccionados, donde hacían aparecer como vulgares delincuentes a Rivero y sus compañeros. Después, engrillados, fueron transportados a Londres para ser juzgados por el Almirantazgo británico. Lo curioso es que el tribunal no encontró materia para condenarlos, sea porque no daba valor a las actas fraguadas, sea porque consideraba que los gauchos pelearon en defensa de un territorio argentino, que ellos habían usurpado y dispuso que fueran devueltos a su patria".

Tras su procesamiento, este peón de estancia convertido en héroe nacional y sus hombres fueron deportados a Montevideo. Una vez liberado, y retornado en al territorio nacional, Rivero se integró a los ejércitos de la Confederación Argentina, estimándose que habría muerto combatiendo a ingleses y franceses en la Batalla de la Vuelta de Obligado, el 20 de Noviembre de 1845.

EL GAUCHO RIVERO EN LA HISTORIA ARGENTINA 

Rivero fue caratulado como bandido por la justicia inglesa y la historia oficial argentina. Un dictamen de la Academia Nacional de la Historia del año 1967, firmado por Ricardo Caillet Bois y Humberto Burzio, considera que: "No se desprende que un móvil patriótico impulsara a estos hombres…".  En cambio, para el revisionismo histórico constituye un contundente ejemplo del compromiso incondicional de los sectores populares rioplatenses con la causa de la soberanía y la independencia nacionales.

Como conclusión, vale la pena recordar un concepto de José María Rosa: “Nuestros académicos entienden que 'sus antecedentes no son nada favorables para otorgarle títulos que justifiquen un homenaje'. Basándose en interrogatorios en inglés del curioso proceso, nos aclaran que era un gaucho peleador, tal vez de malos antecedentes, y que se juntaba con antiguos confinados. Pero también Martín Fierro era un gaucho peleador, de malos antecedentes, y que se juntaba con matreros como él”. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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